Que no falte la comida ni que los precios se disparen por la escasez o el alza del dólar. Esa es la tarea del ministro de Agricultura, Antonio Walker, en medio de la creciente preocupación mundial por las restricciones y el acaparamiento.
Desde que llegó al ministerio el 11 de marzo de 2018 su rutina ha sido la misma: cuatro días en regiones y tres en la capital. Asegura que ha dado tres vueltas completas al país desde que está en el cargo, pero ahora el coronavirus le ha impedido volar, por lo que sus viajes se han limitado a La Serena por el norte y Chillán por el sur. «Me carga quedarme en la oficina, nada mejor que conocer de primera fuente lo que está ocurriendo», comenta enfáticamente por videoconferencia.
Manteniendo siempre las precauciones necesarias, dice que la cuarentena no corre para él, ni nadie que forme parte de la cadena de producción de alimentos. En este último tiempo ha ido a ver las cosechas en los campos, visitado packings y plantas faenadoras. También estuvo en Lo Valledor, la Vega Central y las ferias de barrio para monitorear lo que ocurre con los alimentos, en medio de una pandemia que a nivel mundial ya está generando problemas de abastecimiento de algunos productos, por el confinamiento y cierre de las actividades.
«Por eso declaramos la agricultura como un servicio esencial, lo que es clave para funcionar en época de cuarentena, con cordones sanitarios y toque de queda», explica.
Añade que en terreno pudo comprobar que hasta hoy hay un 90% de asistencia en todos los eslabones de la cadena de producción alimentaria. Llama a estas personas «los héroes anónimos» porque han permitido que no falte la comida. «El alimento para los chilenos está asegurado», repite una y otra vez.
– ¿Y para los extranjeros? ¿Se sigue exportando normalmente?
– La agricultura es contracíclica. Cuando vienen estas crisis, es más sólida que cualquier otro sector de la economía, porque la gente vuelve a sus necesidades básicas.
Si bien es cierto que hemos enfrentado la sequía más grande de Chile este año y hemos producido en general un 6% menos que el año pasado, la agricultura sigue funcionando. El programa comercial sigue en curso y no hemos tenido cancelaciones de las exportaciones. Nuestro desafío es que la logística -aeropuertos, puertos, camioneros, packing, faenadoras- funcione.
Un chat con 69 gremios
Antes de esta crisis, el ministro destinaba todas las mañanas un tiempo para recibir a gremios y asociaciones campesinas. Pero con la pandemia, las mesas de trabajo pasaron a ser teleconferencias y grupos de Whatsapp.
«Formamos un chat con 69 gremios de Arica a Punta Arenas, ¡todos los del país!. Nos llegan solicitudes de la A a la Z, de las más increíbles hasta las más prácticas y lógicas. Hemos logrado crear este espíritu de diálogo y unión, que ha marcado a los agricultores desde que partió el Covid», señala el ministro. «Y eso que el agricultor es muy individualista», agrega.
Desde que partió la crisis, el ministerio ha estado entregando información con regularidad para evitar que se produzca acaparamiento, especulación y alza de precios. Se creó un comité de abastecimiento seguro formado por confederaciones campesinas, dirigentes gremiales, feriantes, mercados mayoristas y supermercados quienes han trabajado en equipo.
La sequía
En materia internacional el ministro tiene la misión de mantener abiertas las fronteras. El miércoles pasado, en su rol de presidente del Consejo Agropecuario del Sur -CAS, que agrupa a Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay, Uruguay y Chile- Walker puso énfasis en que los países miembros utilicen y compartan información fidedigna, garanticen la logística y aseguren insumos tales como semillas y fertilizantes para no poner en juego la agricultura del próximo año. «Teniendo buena información, tomaremos buenas decisiones», explicita.
También la semana pasada, Walker estuvo concentrado en el problema de la falta de liquidez que afecta al campo. «La agricultura ha sido un buen cliente para la banca. La morosidad del sector es una de las más bajas, y la banca tiene la tierra como garantía real que se aprecia un 6% al año. Además, los bancos colocan en el sector agroindustrial US$ 13 mil millones. Este ha sido un año relativamente bueno y necesitamos liquidez para enfrentar los problemas puntuales, créditos a largo plazo, con buenas tasas que se adapten al ciclo de la agricultura», afirma.
Y aunque pareciera que el único tema es el coronavirus, el país deberá enfrentar este año otro tiempo de sequía. La falta de agua es realmente dramática.
«Hacer un embalse toma trece años desde los primeros estudios hasta el diseño. Y después, para que se haga el embalse pueden pasar 20 o 30 años. Necesitamos cambiar el modelo, porque a ese ritmo… pasó la vieja. Cuando llegamos al gobierno teníamos 60 proyectos de embalses, seleccionamos 26 -aquellos con mayor rentabilidad social-, pero cada embalse cuesta US$ 500 millones -US$ 6 mil millones el total- entonces lo que estamos tratando de hacer es modernizar el sistema de construcción de embalses», dice.
También sostiene que es necesario crear incentivos para más desaladoras. «Hoy tenemos 26 plantas y necesitamos hacer 29 más. Pero lo más importante, es modificar el Código de Aguas, por uno más moderno. Estamos dispuestos a la modificación del Código del Agua con tal de que sea más justo y más humana su distribución», asegura.[:]